Prisión de Navalcarnero

Charla sobre escritura en la prisión de Navalcarnero

«No hay candado, cerradura ni cerrojo
que puedas imponer a la libertad de mi mente»
Virginia Woolf
Escritora

La ONG Solidarios para el desarrollo, la cual conozco desde mis años de universidad, dirige una de sus líneas de actuación a las prisiones. En este enlace hay información sobre su filosofía de apoyo a la reinserción a través de la cultura.

Cada fin de semana organizan talleres, charlas y conferencias en distintas cárceles. Algunas de ellas las realizan en colaboración con Thinking Heads, quien gestiona conferenciantes de distintos perfiles para esta actividad.

El pasado 30 de abril tuve la oportunidad de impartir una de esas charlas en la prisión de Navalcarnero. La titulé «Expresión a través de la escritura creativa».

No sabía bien qué me encontraría. Hace unos años había asistido como voluntaria para acompañar a otro ponente, pero aquella vez fue en la cárcel de Valdemoro. La de Navalcarnero se parece más a los centros de las películas de temática penitenciaria, con un patio enorme en el centro, largos pasillos y numerosos puestos de control.

Esta vez vinieron a la charla unos veinticinco internos que no reciben ningún beneficio por asistir a este tipo de eventos, más allá del beneficio personal que saquen de él. Como era de esperar, eran de distintas edades, orígenes y nivel sociocultural. Me acompañaron, además, seis voluntarios de Solidarios que estuvieron muy atentos en todo momento y me ayudaron con todo.

La primera parte de la charla trataba sobre inspiración: en ella hablamos de los temas sobre los que escribir, la importancia de la observación y la mirada o la utilidad de la escritura más allá de que alguien te lea. Los internos se mostraron muy participativos.

La segunda parte, más práctica, hablaba de métodos de escritura, recursos y procesos. 

Terminamos con un pequeño taller de escritura de microrrelato. Muchos de ellos se animaron a redactar sus propuestas, que después leyeron delante de sus compañeros. Hubo risas, tomaduras de pelo, muchos aplausos y alguna lágrima.

Después estuvimos unos minutos charlando. Por lo que me contaron, es su momento para encontrarse con otros compañeros y con los voluntarios y hablar de forma distendida. Muchos tenían muchas ganas de ser escuchados o de plantear sus opiniones a personas distintas de las habituales. Algunos aseguraron que pedirían prestados mis libros en la biblioteca para leerlos.

Es increíble la labor que hacen los voluntarios de Solidarios cada semana para acompañar a estas personas. Creo que su visita es una caricia para su dignidad y una pequeña luz para su futuro.

Podría contar muchas cosas más, pero esta breve nota no es el sitio más adecuado para ello. De lo que estoy segura es de que en este taller aprendí yo más que ellos.

A la salida de la prisión de Navalcarnero con un grupo de voluntarios de la ONG Solidarios para el desarrollo.

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